Desde la ESDP, queremos poner el foco sobre aquello que forma parte de la esencia de la organización. En esta ocasión no se trata de un curso, ni de un simulacro, ni de un proyecto de investigación; hoy queremos poner en valor lo que significa ser y vivir como voluntario de una entidad sin ánimo de lucro.
Muchos son los que dedican su tiempo, su trabajo, su conocimiento e incluso sus vacaciones persiguiendo el bien de otras personas. Trabajan sin pretensiones, sin motivaciones económicas, con el escudo de la solidaridad como protección y la bandera de la dedicación como distintivo.
Personas que viven de manera diferente porque su forma de entender lo que sucede a su alrededor, sus prioridades, sus intereses y su dedicación caminan por una senda diferente.
Uno de los muchos ejemplos de lo que hoy hablamos lo encontramos en la ESDP. Si bien, en esta ocasión se trata de un tándem, porque nuestros perros de rescate también tienen esa actitud especial que es indispensable para que los guías puedan llevar a cabo su labor altruista, arrebatarle tiempo al miedo. El miedo que siente el que se pierde, el que queda atrapado en un derrumbe, el que queda sepultado, el que no sabe donde va porque ni siquiera sabe quién es.
Esos guías y sus perros que acuden a cualquier lugar, en cualquier momento, sin pensarlo dos veces; que acuden porque se les necesita, porque un desconocido precisa de su ayuda, movidos por esa fuerza que solo sale del corazón.
Aquí dejamos este pequeño y humilde reconocimiento a los que nos demuestran cada día con su trabajo que “sí se puede”, que todavía podemos sentir la angustia y el miedo de otros y hacer algo para mitigarlo.
Los voluntarios dedicados a emergencias y catástrofes, esos grandes desconocidos, pocas veces aplaudidos y siempre presentes cuando se les necesita. Estos voluntarios son el alma de la ESDP.
Seguiremos trabajando para que los ladridos de nuestros perros de rescate sigan salvando vidas y seguiremos reconociendo el trabajo silencioso de nuestros voluntarios.